En el cantón de Turgovia hay una comuna suiza llamada Salentein y en una colina que mira a la cordillera alpina se alza una magnífica residencia: el Castillo Arenenberg, un edificio hermoso que hoy funciona como un Museo de Napoleón.
Napoleón III fue el último emperador de Francia y vivió aquí no solo su niñez sino también parte de su vida adulta, hasta los 31 años. Al irse, la casa cobró un gran interés debido al desfile de personajes internacionales que durante su estancia piso la casa (políticos, músicos, artistas, escritores). Lo cierto es que hoy persiste su belleza, sus salones exquisitamente amueblados con elementos originales, las habitaciones están con los objetos comunes de la vida diaria de fines del siglo XIX, comienzos del XX y por supuesto, los jardines que cubren 13 hectáreas son algo digno de ver después de la restauración de la que han sido objeto.
El edificio fue construido entre 1540 y 1546 pero sufrió alteraciones posteriores. Aquí vivieron miembros de la familia de Napoleón pues desde 1830 hasta su muerte en 1837 esta fue la residencia de la hijastra y cuñada de Napoleón I, Hortensia de Beauharnais, cuyo hijo Louis Napoleón, a la postre Napoleón III, pasó aquí su niñez.
Bien, que en 1906 la emperatriz Eugenia, la viuda de Napoleón III, le ofrece este castillo a las autoridades del cantón de Turgovia para hacer un memorial en honor de su esposo y aquí nace entonces la idea de un museo. La verdad es que la casa es excepcional, de un esplendor imperial, un pequeño castillo-mansión con unos jardines de ensueño, todo sobre una suave colina que mira al Lago Constanza.
Al día de hoy el castillo es un monumento de importancia a nivel europeo.
El castillo de Arenenberg fue construido en el siglo XVI y en 1817 vendido a la ex-reina de Holanda Hortensia de Beauharnais, hija de la primera esposa de Napoleón I), la cual vivió en el exilio. Aquí es donde creció su hijo Luís Napoleón III, emperador de Francia entre 1852 y 1870. Las habitaciones con los muebles opulentos originales, acercan al visitante al entorno testigo de la vida y juventud de Luís Napoleón, el emperador del Lago de Constanza.
Durante la visita, el visitante se va adentrando en la vida de un joven Napoleón mientras se auxilia de una audioguía que contarán las diversas anécdotas de este personaje. Conste que al pagar la entrada al recinto y recibir la audioguía eres advertido que esta prohibido tomar fotos dentro del museo. No hace falta decir entonces que las imágenes que hoy te comparto son fruto de la astucia y osadía de un viajero que necesitaba quedarse las instantáneas para poder documentar esta historia.
El interior del palacio está decorado con tapices, mobiliario y cuadros en recuerdo a Napoleón I. La construcción se ha mantenido en su mayor parte fiel a la original, y permiten visitar todas las habitaciones. Los jardines, de 13 hectáreas, fueron diseñados por paisajistas franceses, quienes sentaron las bases de este tipo de jardín, con numerosas construcciones, como cuevas, una ermita, un almacén de hielo y una fuente. El entorno es sobrecogedor pues al combinar las vistas hacia el lago, los viñedos, jardines y las plantaciones de manzanas, llegas a tener la sensación de estar en el paraíso. Lo más relevante en este museo, (al menos para mi), ha sido la exhibición de la máscara mortuoria de Napoleón.
Ante este descubrimiento, intuyo que este post tendrá una segunda parte.
Resulta ser que el Museo Napoleónico de Cuba posee una vasta biblioteca y más de 10,000 piezas del periodo napoleónico, a las que se atribuye un valor millonario, incluidas reliquias como la mascarilla mortuoria original de Bonaparte y el reloj de oro que marcó sus últimas horas de vida. También otros objetos del emperador como una casaca, el bicornio y el catalejo que usó en Santa Elena, dos pistolas que portó durante la toma de Moscú en 1812, una lámpara que obsequió a Josefina, un mechón de cabellos y un molar. Entonces disfrutemos estas imágenes y cuando esté de paso por La Habana, compartiremos la segunda parte de este post.
Disfrútalo…. ¡A buena Hora !