Malasia – Kuala Lumpur -Dinner in the Sky

Dinner in the Sky KL

Mi experiencia:   Antes de salir de casa, le preguntaba a mi mamá, que le parecía mi idea de cenar en este restaurante. Le enseñaba las fotos y videos y decía cosas simpatiquísimas al respecto. Llego el día de mi viaje y partí con la alegría de saberme nuevamente en el camino, pero aún más pues ya tenía reserva concebida para cenar en el Dinner in the Sky Malasia, en la ciudad de Kuala Lumpur.

Llegó el día; y la idea, por supuesto, es pensar que el miedo hace que la comida sepa mejor, o, mejor dicho, que los sentidos, incluido el sabor, se acentúen. Por supuesto el restaurante, también, está a la altura del gusto;

La experiencia de cenar suspendido, permite hacerlo a 50 metros en el aire. Antes de comenzar a elevarse  me sientan en una plataforma en tierra sobre la cual se ha estructurado la mesa  y sus sillas alrededor con un rectángulo hueco al centro donde operan el chef, y los camareros. Me han atado a un asiento que a su vez esta soldado a la mesa, enganchada por un carro grúa. Se puede resumir con la expresión de que el restaurante en cuestión consiste en una mesa colgando de una cuerda.

Lo que ofrecen es una comida de cinco platos preparada por Hilton Kuala Lumpur, y el agua y los jugos son gratis, por tanto si gustas beber vino o cerveza tendrás que hacer un pago extra.

Todo con vistas de 360 grados y a un milímetro del vértigo. Antes de embarcar, mis compañeros de comedor (los asientos de la mesa 22 personas por sesión) estaban positivamente excitados y llenos de emoción, todos los ojos brillantes y caras sonrientes.

Me mantuve en el salón de bienvenida, donde bebí demasiado jugo de naranja y al fin me despreocupé por el clima; Estaba nublado desde temprano y en la tarde, estuvo lloviendo. ¿Y si hay una granizada en medio de la cena? ¿Y si mi teléfono se moja? Peor aún más, ¿y si dejo caer mi teléfono ahí arriba?

Abordamos a las 6:30 pm. Estoy atado a mi asiento, está un poco apretado, así que hablo. «Se supone que es apretado, es una medida de seguridad», me han dicho. Para mis adentros, maldigo la hora en que me puse esa camisa apretada! Subimos lentamente, y luego hay un breve discurso de seguridad, hasta ahora, todo bien. Estoy un poco indiferente; ¡Esto no está tan mal! Sólo estamos a varios pisos del suelo…. Si caigo, sobreviviré con un rasguño (dice mi conciencia).

El chef Marc Ferry, otros dos chefs y dos empleados de seguridad (todos atados a arneses) se paran dentro de la mesa recortada en el medio: uno de ellos presiona un botón de reproducción en una cubierta de DJ, y ‘A Sky Full of Stars’ de Coldplay comienza a escucharse.

El primer plato se sirve: pechuga de pato ahumada en casa, ensalada de brote de frijol con vinagreta de hoisin y gotas de maracuyá. En este punto, todo el mundo está ocupado tomando fotos de comida, selfies y videos. Ya estamos a casi 50 metros en el aire y la plataforma comienza a girar ofreciendo lo mejor de las vistas. Mi mayor temor no es la altura, exactamente, pero esto me desconcertó un poco. Gire hacia un lado, y soy recibido con una vista del tráfico KL, y un trozo de puesta de sol que está por comenzar.

Cuando gira de nuevo, mi plato está despejado, reemplazado por el segundo plato: sopa de tomate Roma asada, mini focaccia de hierbas, ostra Kelly Galway irlandesa fresca y caviar yuzu casero. El tercer plato es bacalao negro miso, espárragos tailandeses y daikon escalfado; la cuarta es la gallina de campo confitada servida con cebollas rojas caramelizadas, con puré de zanahoria y guisantes verdes.

Gran parte de la comida, me entero, se prepara con antelación, y luego termina con el horno de convección a bordo. A estas alturas, el sol se ha puesto; los edificios a nuestro alrededor están iluminados y nos maravillamos por unos minutos con las luces nocturnas de la KL Tower.

He estado en el aire por más de una hora, pero en el aluvión de selfie-snapping y video-taking, la cena se siente un poco apresurada; El código de vestimenta debió ser informal e inteligente, porque además de preocuparme por mí cubertería, teléfono y asiento que no se caiga, también me molesta la camisa. Tengo una visión morbosa de verme en los titulares de los periódicos de la siguiente mañana: «El hombre murió apuñalado por el estilete al caer del cielo». Jajajjaaa!!!

Hay demasiados inquietos! Estar atado a un asiento hace que una serie de cosas sean difíciles de hacer: comer, por ejemplo, ya que no hay mucho espacio para inclinarse hacia adelante para conectar el tenedor a la boca.

Un plato reemplaza al siguiente, y el siguiente, y luego, se sirve el postre: valrhona Jivara Grand Cru praliné de chocolate Grand Cru, creme chantilly, crujiente avellana con gel exótico. Lo zampo en uno, dos, tres bocados, y cuando vengo a darme cuenta ya estamos descendiendo y aterrizando en un lugar seguro. «¿Cómo fue?», preguntó alguien del personal de la planta baja, bromeando. Le sonrío. Es una experiencia elevada y única, pero me acuerdo de aquel día que cené en total oscuridad en Canadá ( Restaurante O, Noir de Montreal y sin querer derramé un vaso de cerveza sobre los extraños que se sentaron a mi lado). Al salir, colecciono una foto impresa de mí mismo cenando. Sólo me veo un poco desorientado

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